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miércoles, 1 de julio de 2015

Habitar el cuerpo

Siempre que querramos ir a algún lugar desconocido en Buenos Aires resulta muy útil contar con la Guía T, no solo tiene un plano detallado con el nombre de las calles si no que también nos facilita los medios de transporte. Cotejando la grilla con el punto de partida y la grilla con el punto de llegada, haremos una intersección entre los colectivos y subtes posibles y definiremos cómo nos trasladaremos hasta ahí.

A menudo digo: -Pensá en Yoga como un viaje hacia dentro de tu cuerpo. El cuerpo se convierte en una ciudad, en un sistema del cuál nos conviene conocer los puntos de referencia para poder manejarnos en él. Al tiempo de practicar yoga descubrí que no sólo no hacía falta un espejo para practicar, si no que dependía sobre todo de mi atención de escucha para poder seguir las indicaciones del profesor.

El profesor, que hace las veces de guía de turismo, nos va conduciendo a percibir y conocer no sólo la anatomía de nuestro cuerpo, si no su uso más efectivo y saludable. A través de la posición anatomica aprendemos a ubicarnos en la tridimensión del cuerpo y su relación con el espacio.

Cuando empecé a practicar Yoga con biomecánica, la primera diferencia que encontré con cualquier otra disciplina física que había practicado antes fue la atención y el tiempo que se le dedicaba a trabajar las grandes articulaciones. He pasado meses trabajando la cintura escapular o la cintura pelviana, sin entender cabalmente hacia dónde me llevaba eso pero confiando en la repetición y en la sensibilización del área del ejercicio.

En la repetición y el enfoque de la atención, la conciencia sobre el cuerpo comienza a crecer y con ella la sensación de pertenencia, de habitarlo más claramente. “Conciencia” es capacidad de reconocer lo que está bloqueado, acortado, tenso, excesivamente laxo y poder para hacer los cambios que permitan un funcionamiento más adecuado a la anatomía en la medida de lo posible cada día.

De a poco pierde relevancia la dependencia a la forma, a lograr el resultado “ideal” (el de la foto, el del profesor, el de un yogi famoso) y nos conectamos con las sensaciones reales de nuestro cuerpo, moviéndolo en consecuencia. Vamos explorando y expandiendo los límites físicos porque el cuerpo es nuestro objeto de estudio, no lo damos por sentado.

Esta máquina maravillosa que nos dieron, gracias a nuestra conciencia, es capaz de más cosas que las habituales sin necesidad de que tengamos talento. El yogi no es un artista en el sentido llano de la palabra, no es un bailarín, no es un acróbata, no es un mimo. Su arte reside en tomar pleno derecho sobre su cuerpo desde la conciencia, dejando de lado toda clase de tabúes culturales.

Uno de ellos es el del talento y la habilidad física “natural” para el movimiento que sería potestad de algunas personas dotadas. Sin embargo, “todos” poseemos ese talento, si no seríamos rocas en lugar de humanos. El cuerpo es nuestra casa. No distinguir un músculo, de un hueso, de una articulación; sería como confundir la cocina con el baño. Resulta esencial para nuestra vida cotidiana y para cuidar la salud, hacernos sensibles a los cambios en el funcionamiento de las distintas partes de nuestro cuerpo.

Muchas veces, lo que confundimos con falta de talento para el movimiento es sólo falta de conciencia. Una vez que sabemos qué tenemos que percibir, la atención comienza a funcionar de tal manera selectiva que poco a poco nos familiariza con lo que parecía de otro planeta.

Somos el planeta más importante a conocer, a recorrer, a descifrar, a disfrutar. Somos nuestra única e ineludible casa. Toda información que incorporemos y utilicemos prácticamente sobre el cuerpo, nos sumergirá en el más fabuloso viaje. Uno que emprendemos movidos sólo por el deseo de dejar de ser para nosotros terra incognita.

Silvina Giannotta- Copyright 2015