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domingo, 25 de diciembre de 2011

Acerca de Asteya (Apertura)

Uno de los grandes desafíos de Yoga, y diría que de toda disciplina integral, es estar abiertos a lo que encontremos a través de su práctica ¿Por qué digo ésto? Porque es un punto que puede hacernos abandonar la disciplina o, en el peor de los casos, dejarnos estancados en un estadío sin posibilidades de capitalizar lo que descubrimos y utilizarlo para el cambio.

Dice Godfrey Devereux: "estar abierto significa encontrarse con lo que está pasando en nosotros sin agenda previa". Personalmente, la "agenda previa" me resonó mucho y me hizo notar cuánto su existencia condicionaba mi relación conmigo misma y con los demás.  Al punto de observarme armar diálogos y situaciones en mi mente, sobre hechos que no estaban ocurriendo. Demostrando que el diálogo interno está basado en estereotipos de situaciones ya vividas y que condiciona situaciones a vivir.

Lo que sostiene la agenda previa es, sin dudas, el diálogo interno. Es decir el monólogo que modela lo que pensamos de nosotros mismos y que la mente mecánica utiliza para sostener la Imagen de Sí. La Imagen de Sí, es la capa más superficial de nosotros que nos relaciona con el mundo externo y está llena de expectativas propias y ajenas.  El hecho de "sostener" aclara, por contraposición, la falta de Apertura y la cosificación del ser.

Parar el diálogo interno, entonces, contribuiría a que estemos abiertos a lo que encontremos dentro o fuera de nosotros. Sin depender de la opinión formada de nuestra Imagen de Sí, que califica todo en bueno o malo en base a una experiencia previa. Por eso es tan importante entrar en el silencio antes de comenzar la clase de Yoga, para ir aquietando la mente y con ella el diálogo interno que tiene su propia inercia. 

Cuando estamos en la clase de Yoga tenemos la oportunidad de entrar en un maravilloso laboratorio, donde ponemos en práctica en una atmósfera controlada principios -como Asteya- que luego podremos reflejar en la vida cotidiana.

Qué quiero decir con "atmósfera controlada": contamos con la guía de un profesor en quien confiamos para que nos corrija en la práctica de las posturas y potencie nuestras capacidades al punto de abandonar nuestra zona de confort. 

Si practicamos estar abiertos en esa situación y flexibilizamos nuestra capacidad para vérnoslas con lo que está pasando, ya sea que descubramos un limite por el que no podemos realizar la postura completa, mejoramos el equilibrio, tenemos poca elongación o nos animemos a explorar posturas a las que no estamos acostumbrados; será más sencillo trasladar esta habilidad a la vida cotidiana y fluir con lo que el día a día nos traiga.

Estamos entrenados para ir detrás de las cosas con una agenda previa, para ir de A a B con el menor riesgo posible y la mayor tasa de acierto. Ese es el paradigma que predomina, el de una perfección deseada y no del deseo de perfectibilidad. Sin embargo, la vida está llena de fallos y límites a los que tomamos erróneamente como excepciones ¡Cómo si la regla fuera el acierto permanente! Ser flexibles en el aprendizaje de prueba-error, aún cuando contemos con las mejores herramientas, nos permitirá ser más creativos e innovadores en nuestra vida.

Integrar el error, el límite o lo inesperado a través de la Apertura, nos permite abandonar las actitudes derrotistas. No porque nos convirtamos en una caricatura del pensamiento positivo, si no porque comprendemos que el error es inherente a la conexión real con la vida sin agendas que determinen un único resultado deseable. De esta manera nos permitimos expandir el horizonte y ejercer, en plena conexión con lo más profundo de nosotros, un libre albedrío consciente.


Silvina Giannotta- Copyright 2011-2015

domingo, 18 de diciembre de 2011

Acerca de Satya (Honestidad)

Usualmente identificamos la palabra "honestidad" con ser sincero, decir la verdad ante los demás. Sin embargo esta noción de la honestidad resulta bastante superficial, si sólo está basada en las expectativas que creemos tienen los demás acerca de nosotros.

La honestidad bien entendida, empieza por casa. Dice Godfrey Devereux: "Honestidad interna significa ser capaz de reconocer y evaluar lo que realmente nos está pasando. Ser capaz de interpretar con exactitud lo que la sensibilidad expresa, sin decepcionarnos de nosotros mismos". A este ejercicio G.I. Gurdjieff le llamaría "auto observación imparcial", es decir observar lo que percibimos sin emitir un juicio.

Sin el ejercicio de Satya, no es posible el cambio. Actualmente me encuentro en un proceso de cambio en el cual me resulta fundamental ser sincera conmigo misma, porque no serlo me está costando sufrir en cuerpo y alma. 

Todos los días voy a trabajar y estoy 10 horas en un ambiente infecundo para mis necesidades más profundas como individuo. Sufro un estrés excesivo por intentar adaptarme para sobrevivir en ese entorno, anulándome en la expresión natural de mi ser con todas sus facetas. La consecuencia física de ésto es excesiva tensión corporal, baja de defensas, activación del mecanismo ataque-huida. Ni mencionar un humor que suele ser de malo a apático, mientras me encuentro en la oficina.

Cuando voy a la clase de yoga, estoy en casa o con amigos que alimentan y se nutren de mi ser integral. Me siento aliviada, alegre, confiada, abierta y profundamente viva. Es alto el precio que pagamos por no ser honestos con nosotros mismos: vivir una vida ajena. 

Nos han educado en un sistema que aboga por una sinceridad que sólo es válida si se ajusta a lo que es aceptado por la sociedad. Estamos tan rodeados de esa falsa honestidad, que ni la percibimos. Nos resulta común que se actúe para las cámaras y que entre bambalinas la realidad sea otra. Pura esquizofrenia.

Así elegimos todo: carrera, pareja, amigos, barrio, ropa. Todo lo conveniente, incluso hasta las transgresiones: un porro, una fiesta, curtirte a un desconocido. Sin pararnos a observar si eso que estamos haciendo nos hace feliz, nos lleva a donde queremos o si nos hace mal sin importar lo que digan los demás.

En mi oficina creen que a mi vida le falta un poco de joda. Me aconsejaron hace unos días ir a divertirme al shopping, ver vidrieras -el estereotipo de la diversión femenina-. No significa que alguna vez no me resulte divertido, sobre todo si estoy en plan de comprarme algo o busco inspiración para mi look. Pero en este momento, mi felicidad se encuentra en ir a una potente clase de Yoga Dinámico o leer sobre algún tema que me esté apasionando ¿qué me importa si los demás piensan que soy aburrida mientras yo me esté divirtiendo?

Cierto tipo de diversión social, la mayoría de las veces, es sólo un escape desesperado a la presión que provoca no pasarla bien con nuestra vida la mayor parte del día. Es sólo otra forma de huir del presente, del aquí y ahora que nos resulta odioso, doloroso, infeliz, insoportable. Un presente que puede contener violencia (Himsa), porque cuando no somos honestos con nosotros mismos somos violentos. Estamos ignorando nuestra propia autoridad colocando a otra tiránica por encima de ella, una que está negada a aceptar cualquier cosa que exceda sus parámetros.

Cuando somos sinceros con nosotros mismos, además somos sensibles (Ahimsa) y dejamos de hacernos un daño innecesario. Es tan sencillo notarlo en el mat cuando nos duele alguna articulación y dejamos de presionarla. En la vida cotidiana también podemos hacerlo y practicar Satya. Al aumentar las actividades que nos otorgan mayor presencia y disfrute del aquí y ahora, naturalmente abandonamos lo que nos dispersa y divide.

Una profunda honestidad, implica tener el coraje de abandonar un modo de pensar que ya no nos resulta nutriente y con ello todos los hábitos que lo sustentaban. Practicar Satya requiere sobriedad, para poder aceptar aquello que estaba en el inconsciente sin rasgarnos las vestiduras. Una vez que aceptamos qué parte jugábamos en ese modo de pensar lo soltamos, nos vaciamos y estamos abiertos para recibir lo nuevo.

Silvina Giannotta- Copyright 2011-2015

domingo, 11 de diciembre de 2011

Acerca de Ahimsa (Sensibilidad)

Supongo que la primera vez que oí hablar de Ahimsa, fue la no-violencia practicada por Gandhi. A mis 12 años, habiendo nacido en la cultura occidental, ver que en la película de Richard Attenborough cientos de indios eran brutalmente golpeados por los británicos haciendo uso de este precepto me resultaba un tanto contradictorio y violento. Ahimsa sonaba a no hacer nada, pero a la vez ese no hacer nada perseguía un fin. Raro. Otra vez el principio femenino puesto en la práctica parecía más un martirio que una solución.

Luego como practicante de Yoga mi noción de no-violencia se fue ampliando e hizo un buen click cuando a través de Godfrey Devereux, Ahimsa se volvió positiva "sensibilidad". Como mujer no podía sentir más adecuada esa definición. Las mujeres somos seres dotados de una particular sensibilidad física. Nuestras hormonas contribuyen a que tengamos esa maravillosa carga extra de sensibilidad, con el fin natural de la propagación de la especie y el cuidado de las crías. Más allá de la educación recibida y el impacto de una cultura que enaltece las cualidades masculinas, la naturaleza hace oír su voz.

Ya decían John y Yoko: "La mujer es el negro del mundo", pero también lo son aquellos rasgos de carácter o de expresión humana que se asocien con lo femenino. La sensibilidad tranquilamente podría estar en el primer puesto, goza de mala prensa porque connota pensar más con el cuerpo y la emoción que con la cabeza.

La mente, es la gran tirana de nuestra época. No hay cosa que escape al último juicio de la mente, que en lugar de funcionar como mediadora termina llevando a puntos inverosímiles a la supuesta razón. Así es, como en pos del imperio de la mente el hombre y la sociedad completa se han ido insensibilizando. Perdiendo una brújula imprescindible para la supervivencia y la evolución humanas.

Como practicante de Hatha Yoga, me ha resultado evidente el progresivo proceso de sensibilización de mi cuerpo. Incluso considerándome una persona sensible, lo era más desde el punto de vista emocional que físico. 

El Yoga al ser un práctica de gran interiorización, permite conectarnos con el cuerpo más desde su funcionalidad que desde la forma. Podemos maravillarnos con asanas desafiantes a la gravedad o a la flexibilidad y la fuerza, pero difícilmente lleguemos a reproducirlas si nuestro cuerpo es insensible en las puntos funcionales que posibilitan su ejecución. 

Por más que la mente pretenda realizar el Escorpión o un paro de cabeza, si es insensible a las posibilidades actuales del cuerpo será el impedimento fundamental para realizar aquello que se propone. Utilizar una perspectiva basada únicamente en la acción sin incluir la sensibilidad, será violenta y traerá consecuencias negativas más pronto o más tarde.

La sensibilidad es así un espejo, que muchas veces nos muestra aquello que la mente considera indeseable en uno y por tanto quiere sentir ajeno. La impasibilidad de los indios soportando los golpes en la película Gandhi, aunque parecía una actitud extrema e incomprensible a mis ojos, era el compasivo espejo para que los británicos se hicieran cargo de sus propias actitudes extremas. Sin esa oposición, la violencia no se hubiera hecho evidente.

Se ha asociado ser sensible a una debilidad femenina. Sin embargo, únicamente aquello que es unilateral termina siendo débil y la sensibilidad es potestad tanto de mujeres como de hombres. Ser sensibles a nosotros y al entorno nos permite evaluar las situaciones con la ayuda de la mente, para actuar de manera más integral y equilibrada.

Basta mirar alrededor para saber cuáles han sido las consecuencias de siglos de insensibilización. Habremos avanzado mucho en términos tecnológicos y científicos, pero al no estar éstos fecundados por la ética que conlleva la sensibilidad estamos muy lejos de haber evolucionado.

Ahimsa trae el mensaje más necesario hoy día. Para escucharlo, es necesario silenciar la mente y volver a sentir. 


Silvina Giannotta- Copyright 2011-2015


domingo, 4 de diciembre de 2011

Sobre los Yamas

Tanto se ha dicho y se dice de los Yamas. Personalmente, me ha servido de guía el abordaje que hace de ellos el profesor de yoga británico Godfrey Devereux. En su sitio web dice: "Yama no es un código moral arbitrario, no es otra tiranía ética: es la esencia del yoga, la vida y la conciencia." 

Esto significa que los Yamas no son otros Diez Mandamientos, es decir algo a lo cual debemos obedecer so pena del castigo de Yahvé. Más bien son guías que nos sirven de referencia para la autoobservación y el accionar en la vida cotidiana.

El ejercicio de la autoobservación, implica organizar el caos interno de nuestra mente. Ahora, uno puede utilizar diferentes puntos de referencia para alcanzar ese orden. No está de más decir que dada la naturaleza fluída de nuestra psicología, vivimos en un interminable proceso de caos y orden que se retroalimentan. En la cosmología india el caos es la energía multifacética de Shakti y el orden es la estructura de Shiva.

En medio de la permanente impermanencia, no todos los elementos gozan de la misma jerarquía en un momento dado. Digamos que cuando estamos trabajando, ciertos elementos de nuestra psicología se ponen en juego para relacionarnos con ese entorno, diferentes en calidad o profundidad a los que utilizamos cuando estamos en el mat, en nuestras relaciones de pareja, familiares o amistad. 

Debido a que fuimos educados con la noción de un tiempo lineal e independiente en lugar de un fenómeno circular e interdependiente, gozamos de escasa habilidad para lidiar con las mutaciones del tiempo. Tener una especie de mapa fijo en la cabeza, resulta muy útil a la hora de ganar conciencia de nosotros mismos. 

Los Yamas pueden ser ese mapa: Ahimsa (sensibilidad), Sathya (honestidad), Asteya (apertura), Brahmacharya (presencia), Aparigraha (generosidad). Utilizo la traducción de Godfrey Devereux porque la considero actualizada a la necesidad de nuestra época, donde la libertad y consciencia individual son más importantes que un código de conducta represivo y masificador. 

No importa que por las características de nuestro aparato intelectual, desechemos ad hoc, barajar varias respuestas posibles para un momento dado. Lo cierto es que si trabajamos con el Yama más relevante para la situación, podremos profundizar en ella, conocerla más y en consecuencia realizar cambios a partir de ese aspecto. 

Aunque sepamos, más o menos conscientemente, que vivimos en una gran sopa de causas y efectos en la cual nuestra influencia es ínfima, el objeto de utilizar los Yamas no es hacer nuestra vida más feliz en el sentido llano. Si no estar más en consonancia con lo que está sucediendo y así eliminar el sufrimiento ocasionado por nuestra acción inconsciente.

Estamos acostumbrados a actuar en relación a un resultado al que aspiramos con la cabeza, ignorando la parte de nuestro estado presente que no se ajusta a nuestros prejuicios. Eso hace que estemos fragmentados mental y energéticamente. Provocando una relación cacofónica entre nosotros y las situaciones.

Usando los Yamas como Fuerza Neutralizante entre el objetivo mental y nuestro estado presente, tenemos el punto de apoyo para lograr un nuevo resultado y salir de la cacofonía que nos encuentra en una insatisfacción recurrente. Aumentamos la fluidez con el stop que ocasionan los Yamas y esa receptividad hace que nuestras acciones se vuelvan más íntegras. 

Para una cultura basada en la acumulación y el esfuerzo, hablar de economía energética y fluidez con el entorno puede resultar un contrasentido. Pero no, se trata nada menos que de utilizar el factor femenino que contrapone y equilibra un estilo de acción unilateral y egocéntrica que hemos sostenido por milenios. 


Silvina Giannotta- Copyright 2011-2015