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domingo, 27 de noviembre de 2011

El pais que no creamos

Es archiconocida, la actitud argentina de estar mirando siempre a Europa. 

El argentino de clase media y clase media alta toma como modelo de aspiración la cultura y la organización que encuentra en mayor o menor medida en los países desarrollados. Como toda relación platónica, es ideal. Como toda relación platónica, es superficial.

Es muy común que haciendo algún trámite o utilizando algún servicio, alguien comente para quejarse (sí, una vez más y así revoleado al aire con cara de indignación): -¡esto en Europa no pasa!

Ahora ¿alguna vez nos hemos preguntado por qué en Europa no pasan estas cosas? ¿pagamos el precio nosotros para que no pasen estás cosas? 

No me refiero sólo a dinero. El rosario de quejas que uno puede escuchar habitualmente en los medios de transporte de Buenos Aires, colas de bancos, andenes del subte, etc. mayormente no está acompañado de una denuncia formal ante el organismo que corresponda. No, si total para qué. Es como el chiste famoso del gato o del cricket, el argentino antes de hacer nada dice -¿sabés qué? ¡mejor metete el gato en el culo!

¿Y por qué digo ésto? Porque yo también formo parte de la personalidad nacional. 

Tenemos la costumbre de quejarnos y aguantar, como si sólo el paso del tiempo fuera a hacer que algo cambiara. Tal vez creemos que somos Cenicienta y que precisamos de un hada madrina. Ella vendrá un día y nos preguntará: -Argentina ¿quieres asistir al baile del Palacio del Primer Mundo? O tal vez ya vino varias veces -en forma de hado o hada, lo mismo da- y siempre volvemos a convertirnos en calabazas.

Creer en cuentos de hadas, está bien para los niños. El amor idealizado, está bien para los adolescentes. Pero la paternidad, es para los adultos. Como argentinos aún no asumimos ser madres y padres de nuestros hijos. Y con nuestros hijos, me refiero a las generaciones venideras.

Nos falta lo que en yoga se denomina "Samtosa", confianza. Somos tan poco confiados en nuestro entorno, que ni siquiera nos animamos a elevar una queja ante un organismo. Somos tan desconfiados, que ni siquiera pensamos un país a largo plazo. Vivimos, como si todo fuera a explotar mañana.

Si vamos a ver, Europa superó dos guerras gigantescas y cruentas. Si reconstruir un continente luego del paso del nazismo no es confianza ¿qué es? 

Cuando uno tiene confianza está votando por la vida, se está expandiendo, abriendo, dando y recibiendo. Cuando uno es desconfiando, tiene miedo, se cierra y todo tiende a degenerarse o morir.

¿Qué país queremos? ¿cómo queremos hacerlo crecer sin tener confianza? No hablo de una confianza ingenua, hablo de una confianza valiente y responsable. 

Siempre podemos, desde nuestro lugar de ciudadanos actuar con verdadera confianza. Por una vez propongámonos no reaccionar como en el cuento del gato, si no tener la valentía de quejarnos ante quien corresponda y la responsabilidad de sostener nuestra opinión y sus consecuencias para que se haga cumplir la ley.

Si 30 millones o al menos 15 lo hicieran una vez, se produciría una acumulación de cambio.

Como decía Einstein: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo.” 


Silvina Giannotta- Copyright 2011-2015

domingo, 20 de noviembre de 2011

¿Por dónde empiezo?

El primer sistema de estudio que hallé a mi medida fueron las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky, como son transmitidas por el Dr. Nicoll en sus 5 volúmenes llamados "Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky".

Es importante decir que las ideas básicas sobre este sistema me fueron transmitidas por quien fuera mi primer maestro, porque de haberlas abordado directamente del texto me hubieran sido mucho más arduas de aplicar en mi vida cotidiana. Luego de 10 años de estudio y aplicación de estas ideas reconozco que, como otros métodos, es mejor aprenderlos con alguien que los haya utilizado y pueda fácilmente abrirnos una puerta de entrada a ellos.

Por mi necesidad de desarrollar el pensamiento intelectual y abstracto, encontré que el sistema de G y O se adaptaba muy bien a mi búsqueda. Por supuesto no fue lineal mi estudio, siempre hallamos otras ideas que enriquecen nuestro abordaje a lo filosófico y lo práctico que se nos va presentando en la vida. En mi caso, la Cábala -como la encara Dion Fortune en su libro "La cábala mística"- hizo de perfecto complemento.

Se trata de dos sistemas totalmente diferentes, pero ambos tienen como punto en común que utilizan gráficos en donde se sintetiza la información. Si hablamos del Árbol de la Vida, que se utiliza en la Cábala, está más dotado de símbolos e imágenes de diferentes culturas. Por el contrario los diagramas que utiliza Nicoll para explicar las enseñanzas de G y O, son únicos en su tipo y no se entroncan con otras Tradiciones. El gráfico que se ha vuelto más conocido, porque continuó siendo desarrollado por otros buscadores, es el Eneagrama. Sin embargo, en Nicoll, no contiene la clasificación de tipos de personalidad que hoy día lo ha hecho famoso.

Pero volviendo al tema inicial, cuando se trata de elegir un sistema de estudio uno tiene que sentirse a gusto con él y apasionarse. La razón principal es que los mejores frutos se van cosechando a lo largo del tiempo. Y eso significa, mayores conexiones entre los elementos que componen el sistema y su aplicación práctica en nuestra vida. Todo aquello que es abstracto en el sistema, toma cuerpo en nuestra experiencia cotidiana. Entonces, un sistema de estudio tiene que volverse tridimensional y tiene que estar vivo.

No importa cuál método elijamos: Yoga, Tarot, Astrología, Budismo Zen, Sufismo, Cristianismo, Hermetismo, etc. Después de todo, el sistema es la herramienta de la cual nos valemos para ver más claramente lo que nos hace conflicto y ayudarnos a resolverlo.

Es fundamental probar métodos hasta que nos hallemos en uno. A partir de ahí se puede labrar un camino, que llegado un punto, se volverá más abstracto y nos permitirá valernos de los elementos que precisemos de los diferentes sistemas indistintamente.

Al fin y al cabo, todo está al servicio de que expresemos de forma más plena nuestra identidad. Yo soy.


Silvina Giannotta- Copyright 2011-2015

domingo, 13 de noviembre de 2011

Ser con los otros

Si hay algo que se llama "sincronicidad" lo achacaría a estos dos sucesos que me hicieron prestar atención a una idea.

Por un lado, una amiga en Facebook puso en su estado: "¿Estoy muerta o soy invisible?". Por otro, en un texto muy lindo llamado "Expuesto en una pared de un consultorio terapéutico en Brasil", que habla de la relación entre los dolores anímicos y las enfermedades corporales, encontré la siguiente frase:  "Todos necesitamos saludablemente de un oyente interesado...".

Lo que tienen en común estas situaciones es el dolor de sentirnos invisibles a los otros y, como consecuencia,  perder la noción de ser, de existencia. No hablo de una sensación permanente, algo que hace imposible la vida cotidiana, sino que surge como algo temporal. 
Si habremos escuchado que, como seres humanos, nuestro instinto es gregario... Y ésto, pasa más allá de lo estrictamente biológico referido a la supervivencia. Gran parte de nuestro desarrollo como individuos se debe a la vida en comunidad. Los padres y la familia en general son nuestros principales educadores. Pero no sólo está lo que se refiere a la información que se nos brinda para crecer, fundamentalmente está el amor que recibimos y se traduce en ese interés natural de los que nos quieren y confían en nuestra individualidad.

Cuando digo "amor" no hablo de altruísmos de una Teresa de Calcuta ni de nada similar que precise tener una personalidad única o santa. Interesarnos por otros, más o menos cercanos, en el día a día es un reflejo de la atención que esperamos recibir de los demás. 

Creemos que para confirmar nuestra existencia, sólo hace falta retomar el diálogo interno o mirarnos al espejo a la mañana y saber que sí, que seguimos acá y somos más o menos los mismos. Sin embargo, quienes nos rodean son uno de los principales espejos para recordarnos que estamos vivos. Acuérdense del personaje de Tom Hanks en la película "Naúfrago" y su amigo-pelota Wilson.

El espejo puede ser mejor o peor, más claro o más turbio, más fidedigno o más distorsionado. Descifrar el mensaje de estos espejos andantes, parlantes y sintientes, es parte de la práctica del Yoga fuera de la esterilla. 

Los otros, también somos nosotros. Todo es: adentro y afuera, Yin y Yang, Shakti y Shiva, Tonal y Nahual, nosotros y los otros. No hay forma de separar estas dos caras de una misma moneda. Al religarlas, al realizar el Yoga con ellas, al obtener el Tao,  la vida se pone en movimiento. Cesamos de estar en conflicto con lo que nos está sucediendo y realmente vivimos.

Una situación en la que he puesto en práctica este principio de no-dualidad es cuando subo al colectivo. En lugar de decir sólo el precio del pasaje, además saludo al conductor. Con ese saludo reconozco su humanidad, no es una máquina, una columna. Y en ese reconocimiento del otro también me reconozco como humana, como no-máquina. 

Si el otro no importa, entonces tampoco importo yo. De ahí a ir desensibilizándose el trecho es corto y las oportunidades en la ciudad son demasiadas para confirmar este hecho. Así terminamos aislándonos y al cabo de unas cuantas vueltas, no sólo de colectivo, terminamos recibiendo aquello que emanamos y nos toca ser invisibles a nosotros.

Nadie quiere llegar a ese punto, en el cual le toca jugar el papel de ser invisible para los otros. Lo decía con dolor mi amiga: "¿Estoy muerta o soy invisible?", como si hubiera una equivalencia entre las dos condiciones.

Cuando nos descubrimos ignorando a alguien gratuitamente, es el momento de poner en práctica este simple principio. Que lo tengamos en cuenta como espejo, no significa que nos vamos a casar con él, poner juntos un negocio, irnos de viaje a recorrer el mundo o cualquier cosa que signifique permanencia. Nada más, afirmamos nuestra condición de seres vivos y conscientes.

Eso es Yoga y está al alcance de todos.


Silvina Giannotta- Copyright 2011-2015

sábado, 5 de noviembre de 2011

Alineando cuerpo y mente

-¡Estás toda torcida! La respuesta descarnada de A. a mi consulta de alineación fue una cachetada emocional. Mi naturaleza inquisitiva me estaba exponiendo a revivir malos recuerdos de mis profesoras de danza de la infancia, que sólo querían alumnas naturalmente talentosas.

¿Quién me mandó a preguntar? pensaba mientras me saltaban las lágrimas. Me encontraba en una situación inverosímil, un médico me acusaba por estar enferma. Fue mi primer escollo en la práctica de Yoga, uno que hubiera preferido evitar, pero que ayudó a que perdiera la inocencia o mejor dicho la inconciencia.

Hacía pocos meses que había comenzado a practicar y en busca de un ejercicio un poco más tonificador, abandoné la clase de principiantes y comencé una de Iyengar. Me interesaba porque sentía que su enfoque racional satisfaría mis necesidades de acercarme al aspecto técnico de la práctica del Yoga. Venía de unos años muy dedicados al estudio y al refinamiento de mi Centro Intelectual y sentía una natural atracción hacia aquello que involucrara la lógica incluso en lo corporal.

Superado el entredicho con mi profesora, que notó mi gran turbación y mis ganas de aprender, continué asistiendo a su clase. Fue muy sano, alisar esa arista y permanecer abierta a lo que A. pudiera enseñarme. Veía en ella un gran valor, que demostró con su actitud humana. Hoy día me hace muy feliz recordar la dedicación y la bondad que tuvo para conmigo en los meses que me estuvo dando clases. Las dos trabajamos en la relación profesor-alumno poniendo en práctica lo que enseña el Yoga: sensibilidad, honestidad, apertura, presencia y generosidad (Yamas según Godfrey Devereux).

Luego de haber tomado clases con aproximadamente 10 profesores más, descubrí que un estilo Iyengar bastante puro no era adecuado para mí por el uso que hace de la atención. La obsesión por la alineación estructural que caracteriza a este estilo, hacía que mi mente se tense y mi atención se cierre. Me conectaba a una observación secuencial de mi cuerpo y sus relaciones. Cuantas más indicaciones intelectuales recibía, más se entorpecía mi sensibilidad hacia el cuerpo.

A pesar de tener un conocimiento bastante práctico de la anatomía, sentía que tenía que forzar percibir partes que habían perdido la conexión neuromuscular agregando una preocupación más a la mente ¿cómo demonios se debería sentir el psoas o el subumbilical? ¿o cómo subir la rótula con los cuádriceps en contracción y además no hiperextender? 

Puede ser que quienes no hacen uso de la atención cerrada la mayor parte del día, sientan un estímulo en una práctica como Iyengar en la que se presta atención al detalle. Para mí, es más de lo mismo a una hora del día que preciso expandir la percepción.

Sin embargo esa expansión, carente del caos intermitente cotidiano, se parece a una relajación mental. Cuando a través del cuerpo voy entrando en ese estado, la fluidez del movimiento es mayor. Si bien hay una observación que hacemos con la mente, mientras ésta no intente intervenir en el proceso todo sucederá integrado y natural. Hay un abandono a querer controlar la situación, pero a la vez podemos mantener una gran sobriedad y agudeza. Cuando podemos integrar estos opuestos, estamos listos para recibir las sugerencias del profesor.

En ese estado de apertura, una pequeña indicación en forma física hecha por un profesor sensible puede llenarse de significado. No un significado intelectual, si no uno que reactiva en nuestro cuerpo las conexiones neuromusculares y logra que se produzca el cambio. Sin saber cómo ocurre, el cambio ocurre. Sin mediar nuestra mente, el cuerpo comprende cómo ser más efectivo. Sin mirarse al espejo, el cuerpo adapta la forma correcta.

Luego, puede haber explicaciones intelectuales. No sólo externas, de parte de profesores, si no también internas. De hecho, lo que estoy escribiendo es consecuencia de mi indagación y de mi impulso a reflexionar sobre lo que experimento. Ésto, va nutriendo mi camino.

Con los años veo estas situaciones como parte de un proceso muy amplio, somos un work-in-progress y como tal nos estamos descubriendo todo el tiempo. En busca de sentido, practicando -como dice Mark Whitwell- nuestro propio Yoga.


Silvina Giannotta- Copyright 2011-2015