Dhyani Mudra- Foto: MMD Fotografía |
La imagen del Buda sentado es, sin dudas, sinónimo de Meditación. "Meditación" a muchos nos ha significado más una actividad, que la representación de un estado del ser.
Como suele ocurrir en Babel, estamos llenos de ideas erróneas respecto de los significados de las palabras que grafican cosas del espíritu. Esto sucede porque se habla de ellas aún sin haber experimentado a lo que se refieren. Lo que aún genera más confusión.
Mirar los Budas que tengo en diferentes lugares de la casa me da paz y me recuerda que ese estado de paz lo encuentro dentro mío.
Mirar los Budas que tengo en diferentes lugares de la casa me da paz y me recuerda que ese estado de paz lo encuentro dentro mío.
Algunos maestros sugieren la meditación sentada como práctica, como una manera de llamar al Intento. Es decir, no hemos experimentado el estado meditativo pero sentándonos creamos las condiciones para hacerlo. Empezamos, por así decir, limpiando la casa.
Personalmente, hace muchos años, lo hice por más de tres meses todos los días al levantarme. A pesar de que no le encontraba el gusto, me otorgó cierto espacio mental. El hecho de concentrarme en contar las respiraciones completas era un modo de no irme detrás de cada pensamiento que pasaba por la cabeza, distraerme con algún sonido o molestarme con alguna mosca que se empeñaba en merodear sobre mi cuerpo. Esa sería la fase de la Meditación como actividad.
La Meditación como estado del ser llega, en palabras de Godfrey Devereux como llega el sueño sin forzarlo. Mark Whitwell dice que es algo que surge, que florece desde tu interior. Creo que la Meditación, como cualquier otro proceso que requiera una maduración propia de conciencia, sucede espontáneamente, naturalmente y sin esfuerzo. Como un escalón que se revela y no como un objetivo que se alcanza.
Y esto por qué es. Porque desde donde estamos, sin la experiencia, no podemos abarcarla. Sabemos, por otros que lo relatan, que existe algo que se llama estado de meditación y esa idea funciona como dirección, como faro hasta que tengamos la vivencia.
Y esto por qué es. Porque desde donde estamos, sin la experiencia, no podemos abarcarla. Sabemos, por otros que lo relatan, que existe algo que se llama estado de meditación y esa idea funciona como dirección, como faro hasta que tengamos la vivencia.
Por otro lado, cuando escuchamos o leemos determinadas experiencias contadas por quienes también las han tenido ellos se convierten en el espejo en que nos reconocemos. Cuando lo escuché a Mark Whitwell describir la Meditación, las imágenes que uso eran muy similares a las que yo había utilizado para describir en mi cuaderno una experiencia que había tenido a principios del año.
Luego de una clase de Yoga, habitualmente terminamos en Padmasana. Suelo quedarme por un rato en ese asana porque después de la práctica me resulta natural y reconfortante un momento de recogimiento. Con el cuerpo estirado, las articulaciones lubricadas y los músculos relajados, es más placentero estar sentada y quieta. Es el momento en que para mí tiene sentido meditar.
Luego de una clase de Yoga, habitualmente terminamos en Padmasana. Suelo quedarme por un rato en ese asana porque después de la práctica me resulta natural y reconfortante un momento de recogimiento. Con el cuerpo estirado, las articulaciones lubricadas y los músculos relajados, es más placentero estar sentada y quieta. Es el momento en que para mí tiene sentido meditar.
Pero ese día, una hermosa tarde de verano, sentada en Padmasana estaba en equilibrio perfecto. Mi cuerpo y mi mente se encontraban en un punto, sin deseos contrapuestos, sólo estaban presentes. Permanecí así por un largo rato, con suma paz, sin deseos, sin sobresaltos emocionales.
En el centro de estar-ser, se hacía evidente que el cuerpo es sólo la casa que habitamos para vivir las experiencias terrenales. No sabía cómo había sucedido, pero ahí estaba Yo como una flor de loto que crece por sobre el barro y resplandeciente. Así, en ese estado, podía quedarme por siempre. No molestaban ni el cuerpo, ni la mente. No había y, a la vez, había adentro y afuera: mi serena alegría, la brisa con olor a plantas, la música de mantras, los profes charlando a lo lejos. Todo era presente, todo era yo.
Como es natural, ese presente mutó. Finalmente, me levanté y me fui a cambiar al vestuario como es habitual. Pero ese día, experimenté, conocí y comprendí lo que significaba meditar. Se me hizo evidente que no era algo que podía buscar o provocar. Si no disfrutarlo como un regalo, como algo que sucede en el concierto de los ciclos. Bien dice el dicho que por mucho madrugar, no amanece más temprano.
Silvina Giannotta - Copyright 2011-2015