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lunes, 3 de agosto de 2015

Darse a luz, parirse.

Foto: Malena Giannotta
Al tener largas y fecundas vidas, es posible nacer varias veces. Así llegamos a un nuevo canal de parto. 
De repente ese útero que nos nutre y alimenta, empieza a ser incómodo porque ya crecimos lo suficiente dentro de él ¿Cómo ese lugar de protección puede querer expulsarnos? –nos preguntamos entre espantados y conmovidos-. ¿Cómo puede no ser más un lugar seguro para vivir? La lógica habitual se deshace a pedazos 
desde dentro. A veces cayendo en grandes escombros o triturándose como si hubieran colocado explosivos para una demolición.

Aunque no lo recordemos conscientemente, nacer es doloroso. Actualizamos ese sufrimiento cada vez que, como niños, comenzamos a atravesar otro canal de parto. Y como entonces, no sabemos cuándo al fin saldremos al nuevo mundo. Hace meses estoy transitando un túnel incierto. Entonces, me preguntaba ¿Cómo medir las unidades de dolor cada vez que nos parimos a “nosotros mismos”? Porque en el proceso somos la madre y el niño, como las dos caras de una misma moneda. Por un lado estamos gestando esa versión más genuina de nosotros y por otro, nos da miedo salir del hogar conocido aunque sea el de una familia disfuncional.

La escala de unidades de dolor enuncia que parir equivale al dolor de 20 huesos rotos al mismo tiempo. Mi hermana Gisela, que tuvo la experiencia, me decía que la intensidad del parto es inmensa pero que en unas horas se termina. Comparaba ese dolor, a otro que atravesó por dos fracturas de hueso sin estar enyesada. La variable de la persistencia del sufrimiento en el tiempo, lo hacía más insoportable porque no le permitía dormir. El estrés comenzaba acumularse como un síntoma que se superponía al anterior.

El umbral del dolor que somos capaces de soportar, es distinto de persona a persona. No sólo responde a causas fisiológicas, si no también a la reacción psicológica que desarrollamos ante él. Lo digo desde mi experiencia de vida. Si uno construye un umbral de tolerancia alto a la incomodidad y al dolor emocional y psicológico por largo tiempo, puede acostumbrarse a él. No por nada una de mis frases resignadas solía ser: "Hasta a lo malo uno se acostumbra". Sin embargo, mi mirada cambió a partir de una nota sobre la resiliencia compartida por Elizabeth Gilbert en su página de Facebook. Lo que leí me puso furiosa ¿Qué está tratando de decir? ¿Está ensalzando el sufrimiento? Los resilientes ¿somos los silenciosos héroes del dolor? Sencillamente no quería verme así.

Pero siempre hay una luz al final del canal de parto. En la sincronicidad de la información que fluye en las redes sociales, leí otra publicación en el Facebook de Gregg Braden. Es una cita de su libro “The turning point, Creating resilience in a Time of Extremes”, en la que habla de la relación entre el umbral de tolerancia y hacia dónde es dirigida nuestra resiliencia. Este último factor como fundamental, para reconocer a qué nos estamos adaptando con nuestro estilo de vida. Dice Braden: “Aprendemos a volvernos resilientes al mundo que nos creamos”. Me quedó resonando esta última frase como llamada de atención. La resiliencia es un mecanismo de adaptación al entorno con el fin de sobrevivir y en mi caso, el entorno adverso era una constante. Pude ver que la resiliencia, convertida en hábito, no permitía mi desarrollo individual si no que mantenía el status quo. Por más admirables que nos parezcan los ejemplos de conductas resilientes, estas conductas sólo son útiles en circunstancias extremas y particulares que tienen un fin. No pueden, ni deben convertirse en hábito. El ritmo es vida.

Cada nacimiento de uno mismo, de ese ser más y más genuino, es un desafío a lo establecido en nosotros y en nuestra relación con el entorno. Cuando la comodidad se torna incómoda, duele. Y el dolor no es más que un aviso altisonante de que estamos siendo sensibles a algo que, hasta ese momento, no percibíamos como molesto ¡Son las señales del parto! Nuestro ser se contrae para poder dar a luz el cambio, larga y silenciosamente gestado.

Ahí estamos, percibiendo cómo el aire entra en los pulmones y los ensancha a la par del Universo. Ahí estamos al fin, recostados en el pecho de esta madre que somos para nosotros mismos. Sintiéndonos relajados, escuchando el sonido de la respiración, con la piel vibrante y abierta a la nueva información. Ahora en consonancia con la existencia, tenemos la atención despierta y estamos listos para actuar en el nuevo mundo que nos creamos.

Niña, niño: que seas bienvenido.

                                               

Banda de sonido: canción "La Bienvenida" de Raly Barrionuevo del disco “Rodar”


Silvina Giannotta- Copyright 2015


miércoles, 1 de julio de 2015

Habitar el cuerpo

Siempre que querramos ir a algún lugar desconocido en Buenos Aires resulta muy útil contar con la Guía T, no solo tiene un plano detallado con el nombre de las calles si no que también nos facilita los medios de transporte. Cotejando la grilla con el punto de partida y la grilla con el punto de llegada, haremos una intersección entre los colectivos y subtes posibles y definiremos cómo nos trasladaremos hasta ahí.

A menudo digo: -Pensá en Yoga como un viaje hacia dentro de tu cuerpo. El cuerpo se convierte en una ciudad, en un sistema del cuál nos conviene conocer los puntos de referencia para poder manejarnos en él. Al tiempo de practicar yoga descubrí que no sólo no hacía falta un espejo para practicar, si no que dependía sobre todo de mi atención de escucha para poder seguir las indicaciones del profesor.

El profesor, que hace las veces de guía de turismo, nos va conduciendo a percibir y conocer no sólo la anatomía de nuestro cuerpo, si no su uso más efectivo y saludable. A través de la posición anatomica aprendemos a ubicarnos en la tridimensión del cuerpo y su relación con el espacio.

Cuando empecé a practicar Yoga con biomecánica, la primera diferencia que encontré con cualquier otra disciplina física que había practicado antes fue la atención y el tiempo que se le dedicaba a trabajar las grandes articulaciones. He pasado meses trabajando la cintura escapular o la cintura pelviana, sin entender cabalmente hacia dónde me llevaba eso pero confiando en la repetición y en la sensibilización del área del ejercicio.

En la repetición y el enfoque de la atención, la conciencia sobre el cuerpo comienza a crecer y con ella la sensación de pertenencia, de habitarlo más claramente. “Conciencia” es capacidad de reconocer lo que está bloqueado, acortado, tenso, excesivamente laxo y poder para hacer los cambios que permitan un funcionamiento más adecuado a la anatomía en la medida de lo posible cada día.

De a poco pierde relevancia la dependencia a la forma, a lograr el resultado “ideal” (el de la foto, el del profesor, el de un yogi famoso) y nos conectamos con las sensaciones reales de nuestro cuerpo, moviéndolo en consecuencia. Vamos explorando y expandiendo los límites físicos porque el cuerpo es nuestro objeto de estudio, no lo damos por sentado.

Esta máquina maravillosa que nos dieron, gracias a nuestra conciencia, es capaz de más cosas que las habituales sin necesidad de que tengamos talento. El yogi no es un artista en el sentido llano de la palabra, no es un bailarín, no es un acróbata, no es un mimo. Su arte reside en tomar pleno derecho sobre su cuerpo desde la conciencia, dejando de lado toda clase de tabúes culturales.

Uno de ellos es el del talento y la habilidad física “natural” para el movimiento que sería potestad de algunas personas dotadas. Sin embargo, “todos” poseemos ese talento, si no seríamos rocas en lugar de humanos. El cuerpo es nuestra casa. No distinguir un músculo, de un hueso, de una articulación; sería como confundir la cocina con el baño. Resulta esencial para nuestra vida cotidiana y para cuidar la salud, hacernos sensibles a los cambios en el funcionamiento de las distintas partes de nuestro cuerpo.

Muchas veces, lo que confundimos con falta de talento para el movimiento es sólo falta de conciencia. Una vez que sabemos qué tenemos que percibir, la atención comienza a funcionar de tal manera selectiva que poco a poco nos familiariza con lo que parecía de otro planeta.

Somos el planeta más importante a conocer, a recorrer, a descifrar, a disfrutar. Somos nuestra única e ineludible casa. Toda información que incorporemos y utilicemos prácticamente sobre el cuerpo, nos sumergirá en el más fabuloso viaje. Uno que emprendemos movidos sólo por el deseo de dejar de ser para nosotros terra incognita.

Silvina Giannotta- Copyright 2015

sábado, 13 de junio de 2015

Decálogo del yogui

1-      Si buscas Paz yendo a clase y te molesta el ruido de las bocinas de la calle, empezá a encontrarla justo ahí.

2-      El Yoga no es una disciplina de alto rendimiento. Si pensás que es necesario tener la flexibilidad de una gimnasta rusa, tal vez te convenga más ir al gimnasio.

3-      En las posturas de Yoga buscamos estabilidad y comodidad, para que la sensación de equilibrio físico repercuta en lo mental y emocional. Las correcciones del instructor tienen ese fin. Su pregunta no molesta.

4-      Da igual si comés carne, verdurita o evitás los venenos blancos. El profesor no tiene rayos X, sólo ve una persona.

5-      No es necesario entender al detalle ninguno de los procesos musculares, respiratorios o biomecánicos. Hay que descubrirlos con el cuerpo.

6-      Criticar al compañero del mat de al lado por su inoperancia al hacer una postura o compararte con el que logra “la postura de la foto”, divide tu atención. Evitá juzgar o juzgarte.

7-      No hace falta que te conviertas ideológicamente para practicar Yoga. No te compres otro paquete. Sobran fanáticos y hacen falta apasionados. Elegir con libertad lo que nos sirve y aplicarlo en la práctica, es más vital.

8-      La primera no-violencia es con uno mismo. Escuchá a tu cuerpo, escuchá lo que sentís, escuchá lo que decís. En suma, reconocete en tu individualidad. No rechaces nada de lo que sos, ni lo cambies por una idea ajena. El cambio es natural en la vida. Evitarlo es violento.

9-      Cada ásana propone diferentes experiencias espacio-temporales. En lenguaje de Castaneda: una nueva posición del punto de encaje. Nuestra percepción cambia si estamos cabeza abajo o culo p’arriba. Si tu estado físico está disponible para un ásana nuevo, aceptá el desafío.

10-  Y por último, lo fundamental: ¡no te olvides de respirar!


Silvina Giannotta- Copyright 2015

domingo, 17 de marzo de 2013

Acerca de Dharana (Concentración)

 Estoy sentada en Padmasana, acomodo mis isquiones bien estables en el bolster. Mis ojos están cerrados. Huelo el residuo del sahumerio ya apagado; oigo el murmullo afuera del salón; tal vez el sonido de la puerta por alguien que llega retrasado. Luego, todo se aquieta.
Ajna Chakra
Copyright 2013 - Silvina Giannotta

Dice Darío: -Estamos en la clase de yoga. Nos metemos en el cuerpo y dejamos los roles que actuamos hasta este momento.


Adentro mío aún se agitan frases de lo vivido en el día laboral, sentimientos, cierta ansiedad por lo que dejé de hacer y haré más tarde. Pero la voz del instructor me trae de vuelta al presente que es mi cuerpo sentado en Padmasana en el bolster, las piernas cruzadas en contacto con la goma del mat.

Se suceden los ejercicios de movimiento del cuello y mi respiración, que los va acompañando, es como un reloj que va bajando su velocidad. Poco a poco no queda en mi mente, nada de antes ni de después.

La felicidad de mover el cuerpo es un masaje a mi vapuleada anatomía física y mental. En el Saludo al Sol me estiro en Adho Muka Svanasana, percibo mis músculos y la fuerza de mis dedos que son capaces de darle mayor profundidad a la postura. Hay sabor a hogar. Me habito a mi misma plenamente en el crepúsculo, el momento del día que para mí es puente entre mi vida social y mi vida espiritual.

Esta hora y cuarto de clase, cambia mi percepción del tiempo cotidiano y lo expande a límites insospechados. Mucho de lo que es pasado por alto en el día ahora es primordial: la respiración, el calor del cuerpo, la sangre -que se acumula en la cabeza en las posturas invertidas-. La vitalidad se potencia por el movimiento dirigido concientemente y estoy con los cinco sentidos a disposición.

Si bien estoy practicando con mis compañeros y  con la guía del profesor estoy absorta, enfocada en mi tarea. Escucho atentamente las indicaciones para el armado de las posturas, observo mi cuerpo, me muevo hasta encontrar comodidad y estabilidad, luego respiro para relajar lo que encuentro tenso.

Soy lo que hay en ese espacio-tiempo, nada más y ¡qué bueno es reconocerlo! Al fin hacer las paces con uno, soltar las expectativas previas como hojas de otoño. Quedar desnudos ante nosotros mismos y livianos, después de esta ducha de Hatha Yoga.

Otra vez en Padmasana, luego del merecido descanso en Savasana, el cuerpo naturalmente se relaja en la postura del Buda. Las manos en Atmanjali mudra, reflejan el equilibrio interior que siento en mi corazón. Es el momento de recogimiento.

Como una serpiente la música del mantra va subiendo entre los huecos de mis piernas y mis brazos. Govindamadi-purusham tam aham bhajami. No sé qué significa literalmente, pero junto con el sonido de la flauta siento que me estiro más y más aún estando sentada. 

Una alegría que surge del cuerpo y contagia al espíritu sin desbordarse, me acuna. Me siento más completa. Namasté, la clase de yoga ha concluído.

Silvina Giannotta- Copyright 2012-2015



jueves, 24 de enero de 2013

Vida Orgánica sobre la Tierra y Ahimsa


En un viaje a Escocia, tierra del maestro Maurice Nicoll, tuve oportunidad de visitar un bosque añejo. Era el comienzo de la primavera con el aire cargado de nubes y lloviznas intermitentes. Como siempre, iba acompañada de mi cámara de fotos dispuesta a capturar retazos de un paisaje digno de las historias del Rey Arturo.

Tan pronto me interné entre los árboles subiendo una cuesta escarpada me sobrecogió una presencia. Me detuve a escuchar atenta. Miré a mi alrededor, pero la estancia seguía tan solitaria como al comienzo de mi marcha. Seguí caminando sorteando ramas cubiertas de musgo, descubriendo un hilo perdido de un agua de deshielo. Sin embargo, la sensación persistente de ser observada no se iba.

Terminé dando la media vuelta al reconocer que no me atrevía a continuar caminando. Un poco por miedo a perderme en un paisaje desconocido y lejos de casa, otro poco porque no podía decodificar qué estaba sintiendo. Tiempo después comprendí, que lo que percibí era la descomunal presencia del bosque como ser vivo.

Cuando Nicoll describe la posición del hombre en el Rayo de Creación, lo ubica como parte de la Vida Orgánica sobre la Tierra. Dice: “La Vida Orgánica es una sensible película viviente que cubre la superficie de la Tierra y actúa como transmisor de las fuerzas que pasan entre las partes superiores e inferiores del Rayo”. Y más adelante detalla: “La Vida Orgánica significa todas las formas de vida en la Tierra: la raza humana, todos los animales, las aves, los reptiles, los insectos, los peces, las plantas, todas las formas de vegetación, hasta las más diminutas células vivientes.” (cf: Comentarios sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky- Volúmen 2- Editorial Kier)

Bosque- Isla de Skye, Escocia.
Cuando conocí esta idea quedé muy impresionada porque la frase “sensible película” me resonó profundamente. Como pasa con todas las ideas verdaderas cuando llegan a tocar nuestra Esencia, esa percepción abstracta se fue potenciando y ganando significado a través de mis experiencias de vida. Por un lado veía al hombre como parte del ecosistema y por otro que ese ecosistema era una especie de piel de la Tierra.

Y si hablamos de piel, la nuestra se encuentra bastante curtida y callosa. La vida moderna nos lleva a una insensibilidad creciente. A pesar de que el hombre ha alcanzado un gran desarrollo tecnológico y sanitario, aún se siente amenazado por miedos arcaicos. Más allá de todo lo que ha construido para protegerse y mejorar su calidad de vida, el temor al otro -a lo extraño- sigue vigente. Hemos perdido la confianza en nuestra piel.

La práctica de Hatha Yoga Suave, puede ser un buen comienzo para interiorizar en nosotros y recuperar la capacidad sensible. El uso de la atención abierta en un espacio de contención y relax, nos entrena en usar la mente sólo lo necesario y darle el lugar que le corresponde sin que usurpe nuestro instinto animal. Somos animales con mente, tenemos la capacidad de recuperar las conexiones neuromusculares apagadas y honrar las herramientas perceptivas que poseemos.

Al abrirnos con los sentidos a nosotros mismos, establecemos una nueva comunicación con el mundo que nos rodea. Nuestra piel comienza a extenderse hasta contactarse con esa gran piel que es la Vida Orgánica. El agua, la tierra, la brisa, el sol, las piedras, los animales, las otras personas, un bosque; todo adquiere un nuevo relieve y una calidad de vida vibrante. Distinguimos la variedad y perfección de los detalles de la Naturaleza. Nos damos cuenta que había algo que no estábamos viendo, que se nos abrieron los ojos.

Todo esto lo podemos experimentar sin ayuda de ninguna sustancia externa. Simplemente a través de ir relajando nuestra musculatura y sistema nervioso y permitiendo una respiración más plena, que oxigene a todas las células del cuerpo.

Si somos sensibles, es posible no ser violentos.


Silvina Giannotta- Copyright 2012-2015

domingo, 9 de diciembre de 2012

Conciencia

Así como en la música existen los silencios y en la escritura la puntuación, en nuestro proceso de autoconciencia también tenemos esas pausas refrescantes.

En la enseñanza de Gurdjieff y Ouspensky, esas pausas se llaman "Choques" y se encuentran en la Ley de Siete o Ley de Octavas que es la ley del orden de manifestación, materialización o realización en siete pasos. No voy a explicar esta Ley, si no simplemente reparar en el hecho de que el llamado "orden" es una estructura. Así como está la métrica en la música y la gramática en el texto, la Ley de Siete es el esqueleto de todos los procesos humanos.

Los "Choques", a pesar de que connoten algo repentino o shockeante, sólo son una bocanada de conciencia que nos permite una mirada más allá de los opuestos. La misma puede ser provocada por un evento exterior o interior y permite el progreso de la octava.

El hecho de que un evento sirva como elemento de Choque impulsa a un cambio, por lo cual el evento debe ser de características contrastantes a lo que se está desarrollando. En la enseñanza de Don Juan se llama al elemento discordante "No-hacer". Sin embargo, la experiencia abarca mucho más que lo que llanamente podemos asociar con las palabras choque o no hacer. Por eso es necesario que el concepto se convierta en experiencia. 

En mi práctica de Yoga fui descubriendo estos Choques accidentalmente. La rutina de una actividad física la adquirí de chica, siempre fui muy disciplinada con mis clases en cuanto a asistencia y a no abandonar. He pasado por épocas de tomar clases de danza, gimnasia o yoga desde 1 a 4 veces por semana por lo cual me conozco pasando por diferentes intensidades y rendimiento en mi ejercicio físico. La perseverancia adquirida se convirtió en una especie de orgullo, por lo que me resultaba muy difícil "fallarme a mí misma" faltando o abandonando una práctica. 

En algún momento empecé a sentir cierta rigidez en esa perseverancia contra viento y marea, de hecho hacía que me perdiera otras situaciones de la vida y que pudiera disfrutar de la sorpresa y la improvisación. Sin mencionar que, por el simple hecho de que mi vida fue cambiando a través de los años, muchas veces aparecía alguna ocupación más prioritaria.

De a poco fui cambiando el patrón de conducta y fui experimentando un mayor fluir entre mis actividades pautadas y las que iban surgiendo. Así danzando con el nuevo ritmo, iba viendo con más claridad los diferentes momentos de la Octava.

La necesidad de un Choque se empezó a hacer evidente cuando me sentía estancada. El estancamiento a veces se manifiesta no sólo como falta de progreso o desarrollo, si no también como apatía, falta de entusiasmo, pérdida de la motivación. Es decir, cuando el impulso original que inició la octava se agota.

Cuando nos observamos con estos síntomas, dejar de actuar mecánicamente es el comienzo para salir del estancamiento. 
Así es que una acción consciente como un No-hacer, puede actuar de Choque y ser el estímulo necesario para generar un cambio. Tal es el caso de cambiar de profesor, de estilo, de horario del día e incluso faltar si nos sentimos demasiado agotados físicamente.
Como cierre puedo decir que lo que he percibido luego de un Choque es, lisa y llanamente, mayor conciencia. Al volver de mis vacaciones -en la clase de Yoga con Biomecánica- hacer la Postura de la Silla adquirió otra dimensión. Como parte del Saludo al Sol y como práctica específica la hice cientos de veces. Pero jamás había sentido activarse con tanta claridad un grupo de músculos simultáneamente, es decir,  un bandha. En este caso: Mula Bandha.

Es claro que no medió ninguna intención de mi parte en el silencio de dos semanas casi sin hacer yoga, solamente el descanso corporal y mental de la rutina. Sin embargo, producto de la pausa, recibí un regalo. Comprobar en la práctica la definición de "bandha" que escuché de Mark Whitwell: un bandha es la cooperación inteligente de un grupo de músculos.

Cuando recibimos un Choque nos sentimos más presentes y nuestra conciencia se expande.


Silvina Giannotta- Copyright 2012-2015


sábado, 4 de agosto de 2012

Sobre los Niyamas

Como acreditan varias fuentes, los Niyamas se refieren a una profundización de las observancias éticas indicadas en los Yamas. Necesariamente si practicamos los Yamas surgirán los Niyamas desde un lugar más interno y sutil.


Obra de Rafael Giannotta -2007
Mientras los Yamas tienen la cualidad de actuar como estructura desde lo normativo, los Niyamas revelan el aspecto sutil de los Yamas. No existe norma ética que no esté arraigada en una experiencia más profunda, que le otorgue un sentido y que la vuelva infinitamente fecundante.

Sabemos que las normas que se obedecen ciegamente sin ninguna confrontación práctica real con nuestra propia experiencia, son yermas y hasta pueden provocar resultados contrarios a los pretendidos. En cambio si practicamos las normas sostenidas por una sincera autoobservación, se volverán reales para nosotros y las llenaremos de significados personales.

Yoga es todo sobre la experiencia, nunca puede ser una teoría. Yamas y Niyamas estarán permanentemente presentes en nuestra práctica de ásana, la nutrirán y le darán su verdadera dimensión.

Por eso los Niyamas desde un lugar más interno nos permiten afinar la práctica de los Yamas. Uno puede, de algún modo, "imponerse" trabajar con un Yama pero no puede hacerlo con un Niyama. Sauca (Integridad), Samtosa (Confianza), Tapas (Pasión), Svadhyaya (Autoestudio), Ishvarapranidhana (Espontaneidad) más bien -como explica Godfrey Devereux- son notadas por su ausencia y en el proceso de trabajo dejar de intervenir desde el observador y permitir que surjan. 

Muchas veces la parte activa que podemos tomar para la manifestación de los Niyamas, se trata simplemente de encontrar entornos más nutricios para el desarrollo de nuestra Esencia, en lugar de intentar modificar "ese" que no permite que surjan las cualidades de los Niyamas.

Si estamos en un entorno no contributivo con nuestra Esencia, se volverá muy dificultoso actuar con Sauca (Integridad) ya que para adaptarnos al entorno nos veremos forzados a sacar del juego características que pueden ser muy individuales. Sólo podemos ser íntegros en tanto y en cuanto podamos ser sensibles (Ahimsa). 

Lo mismo sucede con Samtosa (Confianza), si el entorno no es favorable estaremos siempre en guardia ante posibles "ataques" que censuren nuestra personalidad.  Sólo estando abiertos (Asteya) se expresará la confianza.

En el caso de Tapas (Pasión), ninguna pasión o motivación son posibles si nuestros objetivos personales no son sustentados por el entorno. Puede ser sumamente agotador remar en contra de la corriente. La Pasión necesita de la Generosidad (Aparigraha) con sus cualidades a la vez fluentes y limitadoras, necesarias para la concreción de cualquier proyecto. 

Svadhyaya (Autoestudio) diría que es la excepción a la regla, en un entorno desfavorable siempre y cuando uno practique Satya (Honestidad) seriamente. He sacado pepitas de oro de la autoobservación en circunstancias muy opuestas a mí, pero sin honestidad hubiera sido imposible. 

Por último, si de Ishvarapranidhana hablamos -como Espontaneidad para la expresión de uno mismo- diría que la misma idea de espontaneidad transluce ser uno mismo y eso necesariamente requiere un entorno sustentador. Si tomamos Ishvarapranidhana como que las circunstancias son la expresión de Dios que nos induce a aprender algo necesario para que nos expresemos con mayor libertad, cualquier entorno bien utilizado nos conducirá paulatinamente a una expresión más íntegra (Sauca) de nuestro ser. Estar Presentes (Brahmacharya) nos permitirá ser Espontáneos.

De este modo vemos cómo Yamas y Niyamas actuan de forma polar potenciándose unos a otros. Como funciona la vida, así funciona el Yoga. Encontraremos infinitas relaciones dentro del sistema, dependiendo dónde enfoquemos la atención. Todas, como los caminos, nos conducirán a Moksha (la liberación).


Silvina Giannotta- Copyright 2012-2015