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lunes, 24 de octubre de 2011

Disfruta el silencio



Me llevó un par de años amigarme con el silencio en las clases de yoga. Más bien diría, comprender la función que el silencio ocupa.

Acostumbrada a tomar clases de danza y de gimnasia con música, hacer una disciplina física sin acompañamiento me hacía sentir un poco muda. Como si la voz de mi cuerpo estuviera siempre unida a la música. 

Tan alejados estamos del silencio en la vida ciudadana, que es muy común llegar a casa -más cuando vivimos solos- y encender la tele, la radio o la compu. Hacer silencio nos fuerza a escuchar, lo que Castaneda llama el "diálogo interno", la permanente charla que la mente desarrolla con nosotros mismos.

En la clase de yoga, esto se hace muy evidente. Se instala el silencio. Sólo la voz del profesor indicándonos los movimientos y nosotros a la expectativa: abiertos, escuchando, listos para mover.

Pero la mente sigue con su conversación automática: que si me olvidé de anotar un llamado de mi jefe, que si a la salida de la clase tengo que ir al super, que si mejor hubiera ido a la otra clase. 

Pasamos de la vida cotidiana, en nuestra casa, en nuestro trabajo hablando constantemente, al punto opuesto en yoga sin emitir palabra.

A medida que fui conociendo más la disciplina, surgían dudas. Y comencé a hablar, a romper el silencio de la clase. Fue un alivio escuchar hace poco a la directora del centro, en una clase del instructorado, que puesto que no sabemos y vamos a aprender, se espera que preguntemos.

En el correr de los años de práctica, hacer preguntas, no sólo me sirvió para hallar respuestas técnicas.  También para encontrar una confirmación a algún descubrimiento o para paliar la inseguridad en mi propia sabiduría corporal y en mi discernimiento interno. 

Cuando confié plenamente en mis profesores y a la vez en mi sabiduría personal, el silencio, se convirtió paulatinamente en un espacio de confianza mutua. Decimos en nuestra cultura que nos sentimos a gusto con alguien que queremos, cuando cada cual en lo suyo comparten el silencio. En Yoga sucede exactamente lo mismo. 

No con todos los profesores hallamos este punto de confianza. Es bueno recordar, que la clase de Yoga es una extensión de la vida y que mantiene cierta lógica básica. Si alguien no me cae bien o tengo dificultades de comunicación con esa persona, nuestro silencio va a ser tenso.

Creo que, una vez que conocemos los aspectos técnicos básicos del Hatha Yoga y encontramos un profesor adecuado, es deseable profundizar en el silencio -ese amplio y nuevo espacio-. Ese puente donde la sabiduría interna de profesor y alumno se encuentran, para que suceda el misterio: la enseñanza de corazón a corazón. 


Silvina Giannotta - Copyright 2011-2015

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