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sábado, 5 de noviembre de 2011

Alineando cuerpo y mente

-¡Estás toda torcida! La respuesta descarnada de A. a mi consulta de alineación fue una cachetada emocional. Mi naturaleza inquisitiva me estaba exponiendo a revivir malos recuerdos de mis profesoras de danza de la infancia, que sólo querían alumnas naturalmente talentosas.

¿Quién me mandó a preguntar? pensaba mientras me saltaban las lágrimas. Me encontraba en una situación inverosímil, un médico me acusaba por estar enferma. Fue mi primer escollo en la práctica de Yoga, uno que hubiera preferido evitar, pero que ayudó a que perdiera la inocencia o mejor dicho la inconciencia.

Hacía pocos meses que había comenzado a practicar y en busca de un ejercicio un poco más tonificador, abandoné la clase de principiantes y comencé una de Iyengar. Me interesaba porque sentía que su enfoque racional satisfaría mis necesidades de acercarme al aspecto técnico de la práctica del Yoga. Venía de unos años muy dedicados al estudio y al refinamiento de mi Centro Intelectual y sentía una natural atracción hacia aquello que involucrara la lógica incluso en lo corporal.

Superado el entredicho con mi profesora, que notó mi gran turbación y mis ganas de aprender, continué asistiendo a su clase. Fue muy sano, alisar esa arista y permanecer abierta a lo que A. pudiera enseñarme. Veía en ella un gran valor, que demostró con su actitud humana. Hoy día me hace muy feliz recordar la dedicación y la bondad que tuvo para conmigo en los meses que me estuvo dando clases. Las dos trabajamos en la relación profesor-alumno poniendo en práctica lo que enseña el Yoga: sensibilidad, honestidad, apertura, presencia y generosidad (Yamas según Godfrey Devereux).

Luego de haber tomado clases con aproximadamente 10 profesores más, descubrí que un estilo Iyengar bastante puro no era adecuado para mí por el uso que hace de la atención. La obsesión por la alineación estructural que caracteriza a este estilo, hacía que mi mente se tense y mi atención se cierre. Me conectaba a una observación secuencial de mi cuerpo y sus relaciones. Cuantas más indicaciones intelectuales recibía, más se entorpecía mi sensibilidad hacia el cuerpo.

A pesar de tener un conocimiento bastante práctico de la anatomía, sentía que tenía que forzar percibir partes que habían perdido la conexión neuromuscular agregando una preocupación más a la mente ¿cómo demonios se debería sentir el psoas o el subumbilical? ¿o cómo subir la rótula con los cuádriceps en contracción y además no hiperextender? 

Puede ser que quienes no hacen uso de la atención cerrada la mayor parte del día, sientan un estímulo en una práctica como Iyengar en la que se presta atención al detalle. Para mí, es más de lo mismo a una hora del día que preciso expandir la percepción.

Sin embargo esa expansión, carente del caos intermitente cotidiano, se parece a una relajación mental. Cuando a través del cuerpo voy entrando en ese estado, la fluidez del movimiento es mayor. Si bien hay una observación que hacemos con la mente, mientras ésta no intente intervenir en el proceso todo sucederá integrado y natural. Hay un abandono a querer controlar la situación, pero a la vez podemos mantener una gran sobriedad y agudeza. Cuando podemos integrar estos opuestos, estamos listos para recibir las sugerencias del profesor.

En ese estado de apertura, una pequeña indicación en forma física hecha por un profesor sensible puede llenarse de significado. No un significado intelectual, si no uno que reactiva en nuestro cuerpo las conexiones neuromusculares y logra que se produzca el cambio. Sin saber cómo ocurre, el cambio ocurre. Sin mediar nuestra mente, el cuerpo comprende cómo ser más efectivo. Sin mirarse al espejo, el cuerpo adapta la forma correcta.

Luego, puede haber explicaciones intelectuales. No sólo externas, de parte de profesores, si no también internas. De hecho, lo que estoy escribiendo es consecuencia de mi indagación y de mi impulso a reflexionar sobre lo que experimento. Ésto, va nutriendo mi camino.

Con los años veo estas situaciones como parte de un proceso muy amplio, somos un work-in-progress y como tal nos estamos descubriendo todo el tiempo. En busca de sentido, practicando -como dice Mark Whitwell- nuestro propio Yoga.


Silvina Giannotta- Copyright 2011-2015

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