Uno de los grandes desafíos de Yoga, y diría que de toda disciplina integral, es estar abiertos a lo que encontremos a través de su práctica ¿Por qué digo ésto? Porque es un punto que puede hacernos abandonar la disciplina o, en el peor de los casos, dejarnos estancados en un estadío sin posibilidades de capitalizar lo que descubrimos y utilizarlo para el cambio.
Dice Godfrey Devereux: "estar abierto significa encontrarse con lo que está pasando en nosotros sin agenda previa". Personalmente, la "agenda previa" me resonó mucho y me hizo notar cuánto su existencia condicionaba mi relación conmigo misma y con los demás. Al punto de observarme armar diálogos y situaciones en mi mente, sobre hechos que no estaban ocurriendo. Demostrando que el diálogo interno está basado en estereotipos de situaciones ya vividas y que condiciona situaciones a vivir.
Lo que sostiene la agenda previa es, sin dudas, el diálogo interno. Es decir el monólogo que modela lo que pensamos de nosotros mismos y que la mente mecánica utiliza para sostener la Imagen de Sí. La Imagen de Sí, es la capa más superficial de nosotros que nos relaciona con el mundo externo y está llena de expectativas propias y ajenas. El hecho de "sostener" aclara, por contraposición, la falta de Apertura y la cosificación del ser.
Parar el diálogo interno, entonces, contribuiría a que estemos abiertos a lo que encontremos dentro o fuera de nosotros. Sin depender de la opinión formada de nuestra Imagen de Sí, que califica todo en bueno o malo en base a una experiencia previa. Por eso es tan importante entrar en el silencio antes de comenzar la clase de Yoga, para ir aquietando la mente y con ella el diálogo interno que tiene su propia inercia.
Cuando estamos en la clase de Yoga tenemos la oportunidad de entrar en un maravilloso laboratorio, donde ponemos en práctica en una atmósfera controlada principios -como Asteya- que luego podremos reflejar en la vida cotidiana.
Qué quiero decir con "atmósfera controlada": contamos con la guía de un profesor en quien confiamos para que nos corrija en la práctica de las posturas y potencie nuestras capacidades al punto de abandonar nuestra zona de confort.
Si practicamos estar abiertos en esa situación y flexibilizamos nuestra capacidad para vérnoslas con lo que está pasando, ya sea que descubramos un limite por el que no podemos realizar la postura completa, mejoramos el equilibrio, tenemos poca elongación o nos animemos a explorar posturas a las que no estamos acostumbrados; será más sencillo trasladar esta habilidad a la vida cotidiana y fluir con lo que el día a día nos traiga.
Estamos entrenados para ir detrás de las cosas con una agenda previa, para ir de A a B con el menor riesgo posible y la mayor tasa de acierto. Ese es el paradigma que predomina, el de una perfección deseada y no del deseo de perfectibilidad. Sin embargo, la vida está llena de fallos y límites a los que tomamos erróneamente como excepciones ¡Cómo si la regla fuera el acierto permanente! Ser flexibles en el aprendizaje de prueba-error, aún cuando contemos con las mejores herramientas, nos permitirá ser más creativos e innovadores en nuestra vida.
Integrar el error, el límite o lo inesperado a través de la Apertura, nos permite abandonar las actitudes derrotistas. No porque nos convirtamos en una caricatura del pensamiento positivo, si no porque comprendemos que el error es inherente a la conexión real con la vida sin agendas que determinen un único resultado deseable. De esta manera nos permitimos expandir el horizonte y ejercer, en plena conexión con lo más profundo de nosotros, un libre albedrío consciente.
Silvina Giannotta- Copyright 2011-2015
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